Las lentísimas ruedas de la “justicia”
Patricia Barba Ávila
La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad. (Simón Bolívar)
En una mañanera reciente, una periodista preguntó al Presidente López Obrador si el Estado Mexicano apoyaría la petición firmada por más de 20,000 ciudadanos para solicitar que la fiscalía de la Corte Penal Internacional de La Haya lleve a cabo un juicio contra el Comandante Borolas (alias Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa) por crímenes de guerra y de lesa humanidad perpetrados durante su mortífero sexenio. El dato que nos espeluzna es que dicho tribunal haya recibido la primera solicitud hace la friolera de 9 años (¡¡?¡) lo que da pie a esta necesaria reflexión sobre la lentitud con la que se mueven las anquilosadas ruedas de la justicia, porque como reza el dicho popular: La justicia que es lenta, no es justicia.
Prácticamente en una inmensa mayoría de países, los mecanismos y estructuras para impartir justicia han sido diseñados por entidades corruptas que obedecen no al interés supremo de buscar el bienestar de todos por igual, sino a designios y ambiciones de élites. Esta ha sido la tónica desde la antigüedad y el paso del tiempo no ha significado un avance en este sentido. Se dice que hemos progresado y que la democracia, el sistema de gobierno menos malo (según Winston Churchill), se logra cuando los ciudadanos emiten su voto por X o Y candidatos, lo cual es claramente falso ya que los llamados “servidores públicos” llegan a sus puestos animados no por el afán de realmente servir, sino de servirse con la cuchara grande, precisamente porque desde tiempos inmemoriales, la acumulación de bienes ha dado a los que la logran una enorme ventaja sobre grandes masas sociales. El poder seductor del dinero es inmenso y esto ha generado a nivel mundial, sistemas políticos, legislativos y judiciales mayoritariamente corrompidos.
Los ejemplos sobran y no es posible mencionarlos todos, por lo que aquí citamos a los más conspicuos en cuanto a simulación, manipulación y engaño:
Los Estados Unidos de América bien podrían denominarse USA Corporation Illimited, si nos basamos en su terrible historia reivindicadora del valor del dinero sobre el valor del ser humano y, por ende, absolutamente ajena a la auténtica democracia y justicia social. A lo largo del tiempo transcurrido desde el nacimiento del vecino país, el pueblo norteamericano no ha conocido la auténtica democracia ni, en consecuencia, la justicia social ni jurídica. Sólo con analizar su bizarro sistema electoral nos percatamos de que la colocación de políticos en distintos puestos de la administración pública no es el resultado de la voluntad popular expresada en el sufragio. Además del absurdo de los colegios electorales, existe la abrumadora influencia del factor dinero en la mercantilización de la oferta “política” con la compraventa de candidatos blanqueados y aderezados ad hoc que son ofrecidos a millones de televidentes-votantes y en donde tiene más exposición quien cuenta con más recursos para pagarla. Un dato revelador es que la elección este año costará alrededor de 7 mil millones de dólares…¿para beneficio de quiénes? Además de lo anterior, el hecho evidente de que millones de ciudadanos estadounidenses carecen de los derechos elementales como la seguridad social, la vivienda y la educación, que deberían ser elementos sine qua non en una verdadera democracia participativa, confirman la absoluta anti-democracia reinante en la nación vecina.
No obstante lo anterior y de manera por demás irónica, la poderosa oligarquía transnacional cuya punta de lanza se encuentra en Usa Corporation Illimited, erigiéndose como vocera de millones de norteamericanos, ha invadido, bombardeado, asesinado y, en suma, destruido naciones enteras bajo el pretexto de “ayudarles” a instaurar la democracia…vaya burla grotesca!
Lo que representa en toda su magnitud el grado de descomposición que se ha ido acumulando en la “democracia” norteamericana es la visible fractura evidenciada en el proceso electoral en el que ninguno de los dos contendientes Trump y Biden representan una opción viable que signifique un cambio en beneficio de la mayoría de los sectores de la sociedad estadounidense. El adormecimiento de un grueso significativo de la población y su visible analfabetismo político ha propiciado que tanto la política interna como la exterior sean verdaderamente ominosas para millones de seres humanos. Y como si esto no fuese suficientemente surrealista y atroz, todo el costosísimo teatro electorero está armado para elegir al “hombre más poderoso del mundo” (SIC!!) que en la realidad carece de autonomía real para tomar decisiones pues debe obedecer a sus verdaderos patrones: las poderosas corporaciones, la oligarquía, el Deep State que es el que desgobierna a ese infortunado pueblo y a otros pueblos del mundo por la vía de marionetas colocadas en el “poder” político desde las embajadas norteamericanas.
Adicionalmente a lo arriba expresado ya de por sí alarmante, lo que constituye una realidad terrorífica e intolerable, es que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que a partir de su fundación en octubre de 1945 supuestamente garantizaría las mejores condiciones para la sana y respetuosa convivencia y el progreso equitativo de los países miembros, al menos así la vendieron al mundo, no solo no lo ha logrado sino que los múltiples crímenes de guerra y de lesa humanidad perpetrados por esa oligarquía que es el poder que verdaderamente gobierna en USA Corporation Illimited, siguen impunes mientras que la pomposa Corte Penal Internacional de La Haya sigue simulando que se ocupa de vigilar el cumplimiento del derecho internacional…¿en serio?
Otro ejemplo de país en el que la estructura político-electoral y las instituciones públicas han generado un ambiente de clara anti-democracia e injusticia social y jurídica, es España, donde existe el agravante de la anquilosada, dispendiosa y corrupta monarquía. Empezando con el análisis del término monarquía (del griego monos: uno; arcos: gobernar), implica el poder concentrado en un solo individuo, el rey, la reina o monarca, en diametral contraposición a democracia (del griego demos: pueblo; cratos: poder). Adicionalmente a esta circunstancia ya de hecho contradictoria, los ciudadanos españoles han padecido, literalmente algo muy similar a lo que ocurre en México: un compadrazgo entre supuestos partidos de izquierda como el PSOE y el Partido “Socialista” y la derecha representada por el Partido Popular (una suerte de PRIAN a la española) tan alejados de los golpeados ciudadanos como lo ha estado la partidocracia en nuestro país.
La realidad es que no obstante haber vuelto a invadir a México por la vía de corporaciones como Iberdrola, Repsol, BBVA y Santander, entre otras, los billones que han venido extrayendo cada año de nuestra economía -con la vergonzante aquiescencia de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña- lejos de servir para mejorar las condiciones de millones de españoles cuya situación es de una precariedad alarmante, contribuyen al reforzamiento de las grandes disparidades sociales.
Hay otros ejemplos de naciones con una evidente contradicción en su sistema político-electorero que incluye la existencia de la dispendiosa, innecesaria y archi-corrupta monarquía, como lo es Gran Bretaña, con el agravante de que los ciudadanos ingleses no se percatan del absurdo en el que viven y, peor aún, se enorgullecen de su vetusta monarca y demás parásitos que la rodean. Hace poco recibí una larga y airada crítica del escritor inglés Nate White en contra de Donald Trump, con fuertes calificativos como “carente de clase, encanto, compasión, calidez, sensibilidad, etc etc, que, por cierto, tienen fundamento. Sin embargo, lo que me produjo una risa irónica fue que muchos británicos como este intelectual ni siquiera se han percatado de la visible falta de congruencia que exhiben al callar ante el anacronismo de su propio sistema político que incluye la inútil, onerosa e inmoral monarquía inglesa.
El hecho real es que tanto las decisiones de política interior como exterior que adoptan las clases (des)gobernantes en estos países, nada tienen que ver con la voluntad de sus ciudadanos. ¿De qué otra forma se podría entender las visibles disparidades entre el estilo de vida de las clases trabajadoras y el de sus derrochadoras y abusivas élites? ¿Cómo se podría entender que los (des)gobiernos de estos países se hayan unido a las monstruosas y criminales aventuras intervencionistas lideradas por USA Corporation Illimited y que han causado muerte y destrucción de naciones enteras? Aquí no ha importado la denominación política del presidente o primer ministro, porque estos sujetos carecen de convicciones o ideales y sólo obedecen a los señores de la guerra adoradores del dios dinero. Ya lo hemos visto, nada cambia ni va a cambiar hasta que los pueblos logren revertir toda esta descomposición que de no detenerse amenaza con aniquilarnos a todos.
Por fortuna, hay destellos luminosos en el horizonte: Bolivia es uno de ellos; han derrotado el golpismo sangriento y el racismo vergonzante y nos han dado un asombroso ejemplo de valentía y dignidad. Venezuela y Cuba, por su parte, siguen siendo pueblos admirables que no se han doblado ante el bloqueo infame y la guerra multifrontal declarada en su contra; en Chile miles y miles de ciudadanos han votado por erradicar la criminal constitución pinochetista y dictar una que genuinamente responda al bienestar de las mayorías; en Colombia la minga sale a decir ya basta a un gobierno completamente sometido a los intereses del Consenso de Washington que traicionó descaradamente los acuerdos de Paz suscritos en La Habana con la mejor voluntad de las FARC y, por otra parte, en México una abrumadora mayoría votó por un camino distinto no exento de dificultades que los que apoyamos la Cuarta Transformación tendremos que superar junto con nuestro gobierno.
La creación de un mundo en el que la justicia, la solidaridad y el respeto recíproco entre individuos y naciones sean los ejes, requiere de la renovación de las estructuras que por mucho tiempo han generado un clima de violación masiva de derechos de toda índole. Necesitamos un renacimiento moral y la vigencia de los valores que fueron siendo ahogados por el falso concepto de que el éxito significa acumular riquezas a costa de lo que sea. Necesitamos crear las condiciones en las que surja el hombre nuevo del que hablaba el inolvidable guerrillero heroico Ernesto Che Guevara.
Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa. (Montesquieu)