…y hombres muy buenos, queridos y populares como Mireles y Maradona
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Bertolt Brecht
Patricia Barba Ávila
En el 4to aniversario de la desaparición física de Fidel Alejandro Castro Ruz, uno de los estadistas más extraordinarios de los siglos XX y XXI, quise iniciar esta reflexión con la histórica frase del dramaturgo, poeta e ideólogo alemán de enorme estatura, Bertolt Brecht. Y es que justamente hoy, 25 de noviembre fallecieron dos personajes de gran relevancia. Uno de ellos es Diego Armando Maradona, la estrella inigualable del futbol internacional; el otro es el Dr. José Manuel Mireles Valverde, excelente médico, humanista y luchador social que lideró a las autodefensas, principalmente en el Estado de Michoacán y posteriormente fungió como subdelegado del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores de México. Estos dos acontecimientos ocurridos justamente en el aniversario luctuoso de uno de los gigantes políticos más admirados y cuya huella seguirá siendo indeleble a nivel global, merecen varias reflexiones.
Y justamente porque Fidel impactó la vida de millones de seres humanos en distintas latitudes de nuestro planeta, es que no puedo dejar de señalar, con un sentimiento de profunda tristeza, que el fallecimiento del genial futbolista argentino haya generado mucha más atención y comentarios que el aniversario del fallecimiento del insigne líder de la Revolución Cubana, por una parte y, por la otra, haya logrado que pasara casi inadvertida la muerte del Dr. José Manuel Mireles Valverde, un mexicano de gran estatura moral y política que enfrentó con éxito a los peligrosos carteles que asolaban y todavía lo hacen, la vida de millones de ciudadanos en varios estados de la República Mexicana. La valentía y convicción del Dr. Mireles no sólo le generaron enorme popularidad y respeto entre amplios sectores de la sociedad sino que le valió el haber sido encarcelado y sufrido torturas terribles en el penal de alta seguridad donde fue enviado bajo la criminal administración de Enrique Peña Nieto.
He visto en las redes comentarios de varias personas que se refieren a Maradona como un “un “dios” y quiero centrarme en un par de ellos en los que también se equipara a Maradona con personajes de la estatura inconmensurable del Comandante Castro, del inmortal Guerrillero Heroico y del igualmente entrañable presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías. En este sentido, se puede entender la conmoción que miles de fans del futbol puedan sentir con la desaparición de este astro del deporte internacional; también puedo compartir la simpatía y admiración hacia la decisión de Maradona para ponerse del lado correcto de la historia y apoyar las causas populares que enarbolaron estos tres gigantes latinoamericanos. Y hay una explicación para ello. No olvidemos que Maradona sufría de drogadicción, una terrible enfermedad por la que se fue a Cuba en el año 2000 para tratarse y allí aprendió a amar a esa Revolución y a su líder. Por supuesto que es admirable que un hombre que alcanzó tales niveles de popularidad y riqueza lejos de mantenerse en el vacuo oropel de la fama deportiva, se haya identificado con las luchas emancipadoras en nuestro continente. Sin embargo, como lo dijo Bertolt Brecht, hay quienes luchan toda la vida y esos son los indispensables y en esta categoría sólo pueden caber aquéllos que desde que tuvieron edad para iniciar una trayectoria política de enorme generosidad y compromiso con sus pueblos, arriesgaron su libertad, bienestar y hasta la propia vida en la consecución de los más altos ideales de justicia.
El caso de Fidel Castro es de una excepcionalidad impresionante si consideramos que pertenecía a una familia acomodada. Su padre era un ex soldado del ejército español que llegó a alcanzar una muy sólida posición económica, por lo que su familia tuvo una vida holgada, algo ajeno a la inmensa mayoría de los cubanos que en 1952 atestiguaron el golpe de estado que llevó al poder al brutal dictador Fulgencio Batista con el apoyo, por supuesto, del hamponesco gobierno norteamericano. Si algo distinguió a los hermanos Castro Ruz desde su niñez fue el profundo sentido de solidaridad y empatía hacia sus prójimos. Fue este elevado humanismo aunado a una inteligencia extraordinaria lo que transformó a Fidel en el pilar de una revolución que sigue vigente y que extendió su espíritu de hermandad universal a otras naciones de este y otros continentes. No es casual que entre el estadista cubano y el Che haya surgido una estrecha amistad que impulsaría su lucha por la justicia y la dignidad humanas. Lo mismo sucedería entre otro grande de la historia latinoamericana, el Comandante Chávez y el mandatario cubano, bajo cuya política de ayuda a otros pueblos se envió a numerosas brigadas de médicos y maestros a la Venezuela Bolivariana.
No es para nada mi intención demeritar el genio deportivo de Maradona ni su admirable decisión de apoyar abiertamente las políticas de los gobiernos cubano, venezolano y de otros mandatarios de izquierda. Definitivamente que este astro deportivo se coloca muy por encima de Pelé o cualquier otro jugador no sólo por su extraordinario genio futbolístico sino por su indiscutible sensibilidad ante las luchas de emancipación en nuestra América. Fue un ser humano de luces y sombras y como tal debemos valorar su paso por este mundo. Sin embargo, no creo que se deba sobredimensionar su figura y equipararla a estos otros estadistas cuya entrega absoluta tuvo, sigue y seguirá teniendo enorme impacto en la vida de millones de seres humanos. Tan sólo hay que recordar la inamovible convicción de Fidel cuando después de desembarcar aquel 2 de diciembre de 1956 en la Playa Las Coloradas y encontrándose bajo una lluvia de ráfagas del ejército batistiano, les decía a los otros combatientes todo lo que iba a hacer “cuando triunfe la Revolución”. Así, de ese tamaño era su inquebrantable voluntad…la voluntad que nace de un profundo amor por los seres humanos, la de los irrepetibles…la de los imprescindibles.
En una dimensión nacional pero con características de profundo compromiso con su comunidad y su país, está el Dr. José Manuel Mireles. ¿Cómo no ponderar en toda su magnitud la enorme valentía con la que lideró a los autodefensas para detener la ola infame de secuestros, torturas y violaciones de niñas y jóvenes por parte de los carteles que bajo el sangriento sexenio de Borolas (alias Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa) se multiplicaron como células cancerosas y continuaron azotando a la sociedad con Peña Nieto? Al Dr. Mireles, un médico que con profundo humanismo realizaba su labor, lo movía un profundo sentido de empatía y preocupación por el inmenso sufrimiento de sus coterráneos. Sin duda alguna, un héroe de gran estatura y compromiso con su país cuya memoria habremos de honrar permanentemente.
En el cuarto aniversario luctuoso del inmortal y amado Fidel, dos figuras queridas y admiradas acaban de pasar a la historia dejando un luminoso legado de humanidad y generosidad.
“Esta Revolución dejará huellas indelebles en la historia del mundo, y no tiene absolutamente nada de qué abochornarse, porque su moral está tan alta como las estrellas y su conducta ha sido intachable”. Fidel Castro Ruz