Sin esta imprescindible herramienta del intelecto, la libertad es una entelequia
Patricia Barba Ávila*
Yo simplemente voy con lo que funciona. Y lo que funciona es el sano escepticismo inherente al método científico. (Neil DeGrasse Tyson, científico norteamericano)
“Nunca crean lo que les diga nadie a la primera, trátese de quien se trate” es uno de los invaluables consejos que un hijo puede recibir de sus padres. Otro igualmente valioso sería: “Nunca permitas que nadie pisotee tu dignidad, bajo ningún concepto o argumento médico, moralino, legaloide o político sin antes investigar si se justifica”.
Y es que desde los albores de la humanidad, una de las herramientas de las que se ha valido nuestra especie (y otras también, por supuesto) para sobrevivir y desarrollarse ha sido la comunicación, la cual empleamos para tomar las mejores decisiones. Por ello es de fundamental relevancia que los datos que se nos proporciona sean lo más precisos y apegados a la realidad; de lo contrario nos puede costar mucho, incluso la vida. En este sentido, cobra una gran importancia no sólo el método educativo sino la información que un grupo, una agencia o institución entregan a la sociedad y es aquí donde el sano escepticismo se convierte en el valor imprescindible por excelencia para dilucidar si lo que escuchamos, leemos o vemos tiene sustento verificable o no.
Desde hace mucho tiempo nos hemos percatado de que el método “educativo” en el ámbito académico que se ha venido empleando en prácticamente todos los países, con muy escasas excepciones, carece de algo esencial: entrenar la mente del estudiante para cuestionar, investigar, analizar y dilucidar con base tanto en la lógica como en los elementos de la ciencia, el gran faro de luz que ha iluminado el quehacer humano tan plagado de oscurantismos e intolerancias. Cuántas veces no nos ha sucedido que escuchamos a graduados universitarios con maestrías y doctorados, afirmar cosas o conceptos que ha sido imposible comprobar por el método científico pero que les fueron infundidos desde la niñez y es aquí donde se evidencia que ni las universidades más prestigiosas han logrado erradicar el pensamiento mágico y el dogmatismo de la intercomunicación social e informativa. Más aun, todavía se considera una “falta de respeto” que un alumno se atreva a cuestionar al profesor;. Por otra parte, para médicos o abogados resulta intolerable y hasta ofensivo que sus pacientes y clientes, respectivamente, se atrevan a hacer preguntas y pedir explicaciones. Lo cierto es que el sano escepticismo ha venido siendo reprimido desde siempre y ha dado como resultado estudiantes apáticos, pacientes crédulos y clientes dóciles en lugar de ciudadanos capaces de cuestionar y oponerse a decisiones, políticas y consecuentemente, cualquier persona o entidad puede imponer lo que sea aunque viole nuestras libertades y derechos con la justificación de que es “por nuestro bien”…por cierto, eso mismo decía la Santa Inquisición a sus víctimas: “voy a quemarte vivo para salvar tu alma del fuego eterno del infierno”.
Es siempre complicado traer a colación el tema religioso ya que existe mucha intolerancia por parte de personas creyentes, especialmente de los tres credos monoteístas más extendidos: cristianismo (y sus vertientes como el catolicismo y el protestantismo), islamismo y judaísmo, hacia los que nos atrevemos a preguntar el porqué de cierta afirmación emitida por una “autoridad” eclesiástica que se ostenta como representante de la “divinidad” en la tierra y por ende, infalible. En este tenor, si analizamos la historia encontraremos un sinnúmero de casos verdaderamente espeluznantes de lo que le ocurría a quien se atreviera a desafiar los dogmas impuestos por la jerarquía religiosa. Es decir, no sólo se censuraba la expresión de ideas o conceptos contrarios a los establecidos por la jerarquía, sino que se penalizaba con tortura y muerte el imprescindible uso del intelecto para descifrar el entorno y así poder comprender mejor nuestro universo.
Por milenios se ha entrenado la mente de millones de seres humanos a aceptar sin cuestionar, a creer sin investigar y a temer y ridiculizar el conocimiento y eso ha dado pie a verdaderas dictaduras que han perpetrado los crímenes más atroces. Y aquí no hablo de las mentiras y distorsiones difundidas por medios controlados por los poderes fácticos acostumbrados a manipular. Hablo de agencias e instituciones que haciéndose pasar por “benéficas” y comprometidas con la sociedad, han venido desempeñando actividades indiscutiblemente nocivas para pueblos enteros.
En la actual coyuntura “médica” (SIC), es innegable que si hay algo que ha obstruido desde siempre el empleo de la capacidad racional del cerebro es el miedo. Aquí es importante destacar que nuestro organismo está estructurado de tal manera que cuando enfrentamos un peligro, la mente inmediatamente activa los mecanismos de reacción. Esto significa que las funciones de ponderar y razonar quedan bloqueadas pues la respuesta debe ser instantánea. Esta circunstancia es la que transforma al miedo en una herramienta idónea de control masivo que ha sido empleada para someter a grandes conglomerados humanos y conminarlos a aceptar dócilmente medidas y políticas represivas bajo el pretexto de “protegerlos contra un peligro”. La historia está pletórica de casos en que la “autoridad” ejercía un dominio absoluto de la sociedad al convencerla de la existencia de amenazas contra la salvación de su alma, protección de su salud y hasta conservación de su vida y para ello tenían que someterse a leyes, decisiones y políticas altamente restrictivas, nocivas y crueles; incluso a las torturas y la muerte más espantosas.
Desafortunadamente, ni el avance de la ciencia ni el análisis de la historia han servido para evitar que se repitan estas acciones de manipulación y control de millones de seres humanos mediante la creación de “peligros” que generan pánico e histeria a nivel global. La actual “pandemia” (SIC) es un ejemplo paradigmático. Sin siquiera haber esclarecido la naturaleza del “peligro” y la justificación y pertinencia de medidas de dudosa efectividad mediante un debate abierto en donde participen especialistas con posturas disímiles, se ha ocasionado la destrucción de economías enteras y la restricción anticonstitucional de las libertades y garantías individuales ocasionando estragos mucho más severos que la supuesta “pandemia” de cuya existencia se ha convencido a cientos de miles de personas, con eficiencia goebbeliana mediante agencias de noticias íntimamente ligadas a la poderosísima industria farmacéutica, pese a las cifras a nivel global que la contradicen.
Lo que ha venido ocurriendo desde diciembre del año antepasado es gravísimo y más peligroso aún es la incapacidad de amplios sectores sociales para dimensionar el futuro que con su propia colaboración inducida, están forjando para las generaciones venideras: una injerencia total en cada movimiento y decisión que el ciudadano lleve a cabo y que será regulada por completo “para su propio bien”. En suma, una pérdida de la libertad de expresión, del derecho a la información comprobada y comprobable; un control total de la actividad social y la hegemonía de un “gobierno” supranacional, intocable, supremo, con la facultad de censurar o permitir lo que “debe o no debe” hacerse, comunicarse o publicarse. Una robotización integral del ser (humano?) en un mundo diseñado por los mesías de Silicon Valley y sus agencias a nivel global…el “mundo feliz” descrito por Aldous Huxley en una novela que hace un siglo nos hubiese parecido pura ficción: una sociedad regida por el condicionamiento psicológico como parte de un sistema inmutable de castas: los que dominan y los que deben obedecer porque no saben tomar las decisiones que más les convienen.
“No me gusta la censura… no puede ser que una empresa particular se erija en la institución mundial, por sus alcances de censura, como la santa inquisición de nuestros tiempos…la Estatua de la Libertad se está poniendo verde de coraje…” (Andrés Manuel López Obrador, enero de 2021).
Nota de la autora: para todo los que lean esta reflexión, es importante aclarar que de ninguna manera deberá emplearse para denostar, atacar o tratar de afectar ni al gobierno actual, al cual respeto profundamente pese a no estar de acuerdo con todas sus decisiones, ni al próximo proceso electoral pues no me cabe la menor duda de que un regreso de la ultraderecha representada en el PRIANrredémc sería trágico y lo peor que le puede suceder a nuestra nación.